domingo, 9 de septiembre de 2007

Welcome to The Steeldragon


(Léase con Stranglehold de fondo, por favor)

Para un no habitual, comienza todo como una sorpresa. Una puerta pequeña, sin letrero alguno, bajo una sola luz tenue que pareciera estar prendida tan solo por obra y gracia de Diox. La gruesa puerta tiene incrustados trozos de metal en los sectores donde la madera obviamente fue quemada. Al mirar con más cuidado se destaca el perfil de un dragón negro, pero solo a quienes saben qué mirar.

Del más absoluto silencio a un flujo increíble de buena música, pasando otra puerta para que no reclamen los vecinos. El ambiente es cálido o gélido, depende de tu humor. Pero siempre hay tres cosas en abundancia: Algo de Beber, Historias, y Rock & Roll.

Los sectores se han autodesignado, pues ningún arquitecto pisó el lugar en algo parecido a un estado de temperancia. Dos mesas de pool, varias mesas, cubículos cubriendo una pared y una escalera misteriosamente ubicada en un rincón reciben el flujo constante de parroquianos. No todos son conocidos, pero en gustos, todos son hermanos y las risas nacen fácil en este lugar. Una larga barra triangular atendida por el dueño y bellas damiselas de botas, jeans y polera, esconde en su base la bodega y la cocina (porque de repente hace falta algo que mascar). Si se lo preguntan, no, las damiselas no llevan bikini. Nos gustan las mujeres hermosas, con personalidad, y excelente sentido del humor, que sepan patear fuerte a los idiotas… y aparte… el escenario está en otro lugar de la taberna.

En una pared del bar hay una rocola, inexplicablemente ubicada junto a la puerta de escape. En su interior yace una trampa. Hay casi 150 discos, pero entre ellos se destacan varios discos de regaetton, música emo, e incluso uno de Marco Antonio Solis (fue puesto con pinzas en su interior). Hace ya varias semanas que nadie los toca, lo cual es una lástima, siempre es divertido cuando un nuevo trata de hacerlo. Se incentiva el aproximarse lentamente a la víctima, para que el pobre diablo tenga tiempo de sobra para darse cuenta de su horrible error. Todo parroquiano deja lo que esté haciendo, alguien abre de una patada la puerta y el susodicho es agarrado entre varios y lanzado al callejón. Al cerrarse, en la puerta se lee claramente, incluso en la oscuridad: “Te Está Faltando Rock… Meeenso”

Cada vez que esto sucede, hay una ronda de aplausos y cervezas por cuenta de la casa a los afortunados parroquianos lanzadores mientras se evalúa distancia y elevación (lo que explica la pizarra con récords). La música continúa y el ambiente tiene sabor a hermandad. El perfecto refugio paro los rockeros de verdad. Bienvenidos al Steeldragon.


Camael, Rocking the Hell Out of Here…

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