domingo, 16 de septiembre de 2007

Escape from MELcatraz


Tus propios pasos te sorprenden, hasta hace tan solo unos minutos sin destino alguno, pero ahora tienes donde ir. Doblas en una calle sin nada en especial, excepto una puerta de madera algo quemada y un dragón de metal colgando sobre ella. Te detienes unos segundos, y sonríes, preguntándote que historia contarás esta vez para ganarte un trago gratis. En realidad no importa, habrá otras historias que escuchar y desconocidos que transformar en amigos. Tiras de la puerta, y la dejas cerrarse tras de ti, al hacerlo, una luz alumbra un letrero en la pared a tu derecha: Welcome to The Steeldragon.

Abres la puerta frente a ti…

Funk #49 suena en el ambiente, y la taberna bulle de actividad. La luz tenue hace cómodo el lugar, mientras que las luces más fuertes están sobre la barra, las mesas de pool y, desde el último accidente, el rincón de los dardos. En las mesas de atrás un grupo de unos 20 celebra un cumpleaños, o alguna ocasión memorable, pues hay brindis cada pocos minutos y las voces alegres llenan el local. La concurrencia es variada. Parejas, grupos de amigos joteando, bandas de amigas riendo, solitarios de ambos sexos buscando con la mirada alguien con quien conversar, pero incluso ellos tienen una sonrisa en el rostro… este es su sitio, el Dragón de Acero.

En la barra uno de los Bartenders - Kioga, al parecer – ríe de manera estridente y contagiosa al preguntarle a unos parroquianos cuanto creían que les costaba cada botella de Jack Daniel’s. Unas bellas chicas regalan sonrisas y sirven tragos. Jeans a la cadera… poleras… ajustadas… Crees firmemente que es hora de tomarte un trago. Te sientas en uno de los taburetes libres y ordenas un Ron O’clock. No hay necesidad de pedir que sea un buen ron. Este es Steeldragon’s Tabern, después de todo. Una chica de pelo rubio liso y ojos celestes como el cielo de la mañana sirve rápidamente tu orden y con dos dedos te acerca lentamente el trago, de una manera extrañamente sensual. Con un guiño y una sonrisa se gira para atender otro pedido… Diox bendiga los jeans a la cadera.

Das un profundo trago y prendes un cigarrillo. En la pared a tu lado hay un letrero que dice: ¡Revise nuestra linda selección de Regaettón!, y bajo estas palabras, un dibujo de un sonriente Oso Polar con un hacha semiescondida en su espalda. No puedes evitar reírte de buena gana.

De repente, unas risas vienen desde la oficina tras la barra y unos cuantos parroquianos miran con interés, pues saben que algo divertido siempre se comparte en este lugar. Por la puerta aparece Steeldragon, el dueño de la taberna, con unas cuantas hojas de papel en sus manos. Las Barwomen sirven una última ronda rápidamente y se voltean con interés apoyadas en la barra, siguiendo el ejemplo de los asiduos, acostumbrados a estas cosas. Steeldragon se apoya en la barra y se sirve un Jack Daniel’s on the ROCK. Sigue sonriendo mientras termina de leer unas líneas y vuelve a reír. La curiosidad te gana - Máster! ¿Por qué las risas?

- Me llegó un mail de Camael, contándome estupideces varias de donde trabaja estos días.

- ¡Cuente, Máster! – una voz anónima dice en la barra, causando risas. Steeldragon sonríe, pega un trago a su whiskey, se aclara la garganta y comienza:

“Queridos Parroquianos, Parners, Damiselas y Regaettoneros Voladores:

Si están escuchando estas líneas, es que el Máster! las ha considerado suficientemente bizarras como para merecer público, así que aprovecho de saludarlos a todos. ¡HOLA!.

Suficiente…

Ahora… algo de mi lindo turno.

Esta vuelta por la mina ha sido de lo más divertida. De partida, me tocó ser intérprete de una compañía inglesa de movimiento de cargas anormales (ALE) – unas pequeñas 1200 toneladitas, poca cosa – trabajando profundo en la mina, a unos 30 minutos de la superficie, entre los cuales se encontraba la más variada fauna europea: Ingleses, un escocés (si, era el mecánico), un irlandés (sí, era un borracho orgulloso de serlo) e incluso un español que no sabía inglés (era comiquísimo verlo llegar con dos troncos cuando le pedían una llave de torque). Al final nos hicimos amigos en unas horas, y discutimos hasta de terrorismo y de las opiniones de todos acerca de los norteamericanos [inserte risa aquí]. El Jefe, un inglés bajito y rotundo, que parecía un tomate con una peluca rubia, agradeció al (lo juro) “Dios de la parranda” por recibir a un intérprete que supiera que diablos era una Manguera Liberador de Presión de Doble Boca. En ese momento lo supe, estaba entre los míos. El trabajo era duro y como no soy mamá me ensucié, empolvé y engrasé ayudando a cargar equipos y containers, hasta limpiando el “Requetepatitas” (un seco “Trailer” para los ingleses) con un compresor de agua de alto poder, luego de lo que fuí invitado a comer un asado como la gente en un campamento de Escondida y no en un hangar de aviones con olor a pata de los contratistas. Sí amigos. Fue más entretenido que la chucha.

Antes de que se imaginen un gusano con muchas patas, el “Requetepatitas” es un… un… como diablos lo describo… Imagínense un remolque de camión de 30 metros con 36 ejes y 154 ruedas hidráulicas que pueden girar en 360 grados y que levanta 1000 toneladas si se le da la gana... a control remoto. La Xorra!

Luego de un día cargando todo, ya que ALE se iría pronto y solo faltaba despachar los camiones con containers, tuvimos una desagradable sorpresa. Faltaban los camiones. La grúa estaba lista. Los riggers y los faeneros estaban esperando (mataban su tiempo tratando de explicarle a los ingleses como Chile los haría pebre en el mundial… hasta yo me reí de esa)… pero los camiones no llegaron sino hasta las 19:00, hora en que todos se fueron, y ALE se veía forzado a quedarse un día más.

Al volver a la mañana siguiente, ¡Aaaaaaaaaaaaleluya! ¡Los camiones llegaron y en 30 minutos estarían bajando a la mina!... pero un pelotas de Escondida decidió llevarse la grúa. Con ojos desorbitados veíamos como el Sabar (gruero de Indonesia) con cara de lástima sacaba las patas estabilizadoras de la grúa. De la nada, se escuchó un grito - Takin’ Me Crane? Bollocks! - y nuestro tomatoso jefe pegó un par de gritos más y en breves instantes el requetepatitas de 250 toneladas se estacionaba frente a la grúa – Take that yo’ Fockin’ Morons!

Para que decir que eso marcó la tónica del día, risas abundaron y el gruero necesitó 10 minutos para dejar de reírse. El trabajo continuó con muy buen humor, sobre todo cuando le enseñé a los gringos a gritar “Apúrense conch…”. Al término de la jornada se repartieron regalos, lentes, guantes ingleses, autoadhesivos de ALE, y los gringos se fueron con un poster de la Bomba 4.

Partimos de vuelta al campamento, todos cantando una canción de chupar que no alcancé a captar bien… todo era felicidad, y risas y buen humor… hasta que los de ALE se dieron cuenta de que seguridad les había robado cuanto había pillado sin cadenas en sus habitaciones, incluyendo cámaras, afeitadoras, laptops, celulares, cargadores, herramientas y dinero. Sí. SEGURIDAD. Al ir a la oficina de seguridad a retirar las especies tuvimos la oportunidad de conversar con ellos. La pobre excusa era [léase con voz de paco de a luca] “que habían retirado las especies porque no estaban bajo llave y alguien las podía robar”. Mmm… tenemos unos cuantos factores a considerar para entender lo que sucedió a continuación:

- Los únicos que tenían llaves de las piezas eran los de seguridad.
- Ninguno de los guardias sabía inglés.
- Le exigían a todos mostrar certificados de ingreso de todas las especies (Incluyendo los lápices de regalo del presidente de Escondida por mover un chancador de 1059 toneladas).
- A tres de los de ALE le sacaron hasta la bolsa del jabón, shampoo y cepillo de dientes.
- Era el último día de su turno, de 50 x 30 [Los furgones ya estaban allí para comenzar su viaje de vuelta a Europa].
- Un guardia, asustado por tanta gente en su oficina, gritó que todo el mundo saliera y que no les iban a devolver nada.
- Los gringos entendieron eso.
- El guardia más alto medía 1.70.
- El mecánico más bajo medía 1.84.

Como les explico… pura diversión. 20 minutos después despedía a mis nuevos amigos, con un apretón de manos y un abrazo, todas sus especies de valor de vuelta en su poder, cordialmente expulsados, pero tendrían que volver en un mes de cualquier manera. Lamentablemente no hubo mucha violencia (física) y digo lamentablemente porque hubiera sido divertido ver a algún guardia volar. Esperemos que se pasen por el Steeldragon y traten de poner algo de Illapu.

Por ahora me despido. Buenas Noches, Buenas Gentes del Steeldragon (¡Manden Puchos!).

P.D: Díganle a Karen que vuelvo pronto. ¡Vuelen, Jotes!”


Risas entre los entendidos y la chica de los ojos celestes se sonroja, pero tiene una sonrisa radiante. Un aplauso sigue al fin de la carta, que estuvo salpicada de risas. Steeldragon decreta una ronda gratis para los que escucharon la historia y la música vuelve a subir de volumen. Tijuana Jail suena por los altavoces y aún se escuchan voces alegres por todos lados, vasos chocar. El lugar es más que un refugio… lentamente se vuelve una hermandad. Pides otro trago y Karen, hecha toda sonrisas, sirve tu Ron O’clock gratis. Alzas tu vaso y brindas con un grito junto al resto de la barra…

... Larga Vida al Dragón de Acero.


Camael, Rocking the Hell Out of Here.

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