domingo, 16 de septiembre de 2007

Bienvenido al Rincon Dvervgar

Tus propios pasos te sorprenden, bla bla bla, pero ahora tienes donde ir y algo. Doblas en una calle bla bla y un dragón de metal colgando sobre ella. Te detienes unos segundos...

Eso esta muy bien si eres un elfo o un humano repulsivo, Pero en medio de una de las murallas, cerquita de la mesa de pool, una abertura de 1,50m de altura llama tu atención, ves a un hombrecillo con cuerpo suficiente como para levantar un camión y una barba que se la pisa a cada paso entrarse por ahi sin la necesidad de agacharse.... miras un poco perplejo y uno de los bartenders te mira de vuelta.... "no quieres saberlo" dice sin más esperanza, más tarde te enteras, la madriguera de los enanos está al bajar por esos peldaños de roca y entre el desorden un enano calvo con una cicatriz en el labio y mirada penetrante está "limpiando" una jarra de la mejor cerveza escudo con un paño grasiento... "Hey! que mierda te vai a servir"....., tras un segundo de pensarlo pides timorato un Ronaldo y pronto una jarra de 1litro de Cerveza te es presentado enfrente, entre risas graves de enanos borrachos una enana de barba colorina trenzada te dice "Bienvenido al Rincon Dvervgar, solo cerveza forastero, pero de la mejor" al unisono los enanos gritan "Shield! Shield!".....

Se que más de alguna vez han escuchado que los enanos tienen el corazon de piedra y tan duro como su cabeza, el primero que dijera esto estoy seguro que tenía razón, pero hay que aceptar que las piedras por duras y difíciles de roer que sean, cuando se rompen lo hacen de manera espectacular e irreparable, pues bien este es una historia que escuche de un compatriota (de la nación Dvervgar), les advierto que la historia ésta está llena de simbolismos por lo que si eres solo un apestoso humano te recomiendo te vayas por donde entraste a esta madriguera...

La brisa acariciaba suavemente mi rostro descubierto, estando sentado en la altura de ese risco bajo mi sólo se extendía el acantilado y por sobre, una muralla de roca gris y el cielo azul más arriba con una que otra nube que ocasionalmente perturbaban la paz en la que se entendía mi vida en ese momento. Froté mis manos y empecé a acariciar mis plumas azules desde la base hasta la punta, una por una lentamente para que no se estropearan, ellas son mis virtudes con las que llego a lo mas alto sin preguntar a nadie, ellas me hacen especial y repulsivo a la vez, soberano solitario de mi reino desolado ¿como fue que esa rosa, tan simple, tan mundana clavara sus agudas espinas en mi carne y me provocara tal dolor? ¡ella que con sus colores se exhibía desde lo mas profundo de mi acantilado y me había llamado a su lado ahora con desprecio se clavaba en mi pecho!, mas no pude arrojarla lejos de mi, el dolor que me provocaba era tan dulce y perfecto que me obligó a volar más y más alto, cada batir de alas estaba lleno de rabia y ternura y a medida que subía presionaba con más fuerza más profundo a esa flor ingrata y poderosa, decidido a que se alimentara de mi sangre si le placía, si fuera necesario hasta de mi vida.

¿Pero cuanto tiempo puede soportar tal martirio un solo hombre?, me desangré, me faltó la fuerza para sostenerme en el aire y extendiendo mis alas y brazos permití que ella viera el mundo como yo lo veía, la maravilla de mi reino gobernar a la vista del vuelo, pero eso a ella no le importo pues ya tenia lo que quería y carecía de la bendición de tener ojos. Mi descenso fue fugaz y cuando recobre la conciencia, ya en el suelo maldito de donde la tomara para llevarla conmigo sólo sus pétalos se asomaban y podía sentir como había dado raíces en torno a mi corazón. Nunca hubo otra flor que pudiera encarnarse de esa manera en una vida tan árida como la mía, las hubo azules, blancas, amarillas pero ninguna fue capaz de encarnase en mi ni yo fui tan hábil de clavarme con esas que no tenían ninguna espina y sus tallos eran débiles y flexibles.

Terminé de acicalar mis plumas, con una leve inclinación hacia adelante me deje caer para planear junto a los riscos la rosa en mi pecho, ahora petrificada pero de un color rojo muy vivo, era como una cicatriz, de esas que duelen con el clima, de esas que prometes no volver a provocarte.








Ya escucharon ahora sigan embriagandose que no merece la pena vivir desolado

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